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Actualidad ENERO - 2024 852

Bioeconomía: la respuesta al interrogante sobre cómo cumplir lo acordado

Bioeconomía: la respuesta al interrogante sobre cómo cumplir lo acordado

Por Mariano Lattari, Senasa.

La vigésima octava edición de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), más conocida como Conferencia de las Partes (COP), que finalizó el pasado 13 de diciembre en Dubái (Emiratos Árabes Unidos), culminó con un histórico acuerdo por el cual 198 países se han comprometido a iniciar la transición desde los combustibles fósiles hacia las energías renovables, a fin de alcanzar la neutralidad de emisiones al 2050 y con ello intentar mitigar los efectos del cambio climático. 

Al presentar el acuerdo al mundo, el presidente de la COP28, Sultán Al Jaber, dijo que "hemos sentado las bases para lograr un cambio transformador histórico. Por primera vez tuvimos un lenguaje contundente sobre los combustibles fósiles en una declaración", en alusión a la histórica transición energética que tendremos que afrontar. 

En correspondencia, el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, mencionó que "a aquellos que se opusieron a una referencia clara a la eliminación progresiva de los combustibles fósiles en el texto de la COP28, quiero decirles que la eliminación progresiva de los combustibles fósiles es inevitable, les guste o no. Esperemos que no llegue demasiado tarde". A lo cual recalcó que la era de los combustibles fósiles debe terminar con justicia y equidad.

Previo a explicitar cómo el paradigma bioeconómico puede abordar los desafíos asumidos en la COP28, resulta importante enumerar los principales puntos del acuerdo:

  1. Triplicar para el 2030 la capacidad global de energías renovables.
  2. Potenciar el desarrollo de tecnologías que contribuyan a la disminución y captura de los Gases de Efecto Invernadero (GEI).
  3. Prescindir paulatinamente de los combustibles fósiles en los sistemas energéticos de manera justa y ordenada, acelerando la acción en la década actual para lograr CERO emisiones netas en el 2050. 
  4. Potenciar el transporte sostenible, desarrollando tanto combustibles como sistemas con cero o bajas emisiones.
  5. Acelerar la reducción de las emisiones de GEI distintos al Dióxido de Carbono (CO2) 


Ante tamaño desafío, surge la pregunta sobre cómo lograrlo. Para lo cual, la respuesta radica en un modelo productivo que puede cumplir con creces lo acordado. Su nombre se conoce como Bioeconomía y en la Argentina contribuye con más del 16% al PIB a partir de la ejecución exitosa de un conjunto de iniciativas en el marco de un enfoque unificado. 

La Bioeconomía implica la utilización intensiva del conocimiento científico-tecnológico basado en los principios, procesos y recursos naturales renovables de origen biológico (en particular, la biomasa que se define como la materia orgánica proveniente de la naturaleza a partir de las plantas, los animales y demás organismos e incluso sus desechos, para ser utilizados como fuentes de energía sostenibles y renovables), con el fin de obtener bienes y servicios de manera sostenible en todos los sectores de la economía. 

Por lo expuesto, el modelo productivo también puede referenciarse como Biotecnoeconomía, ya que, para el aprovechamiento sostenible de la biomasa, la tecnología resulta crucial, particularmente las vinculadas a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), como en el caso de los ecosistemas de innovación tecnológica de la cadena agroalimentaria, conocida como AgriFoodTech.

Sin temor a equivocarme, la bioeconomía representa una gran oportunidad para nuestro país, ya que cuenta con abundantes recursos de origen biológico y ha tenido numerosas experiencias exitosas en su aprovechamiento productivo. Además, posee una infraestructura científico-tecnológica razonablemente desarrollada. 

En relación a esto, las iniciativas bioeconómicas pueden agruparse en áreas o sectores potenciales conocidos como Senderos de Aprovechamiento. Algunos ejemplos destacados son las Biorrefinerías (para la generación de biocombustibles y biomateriales), las Aplicaciones Biotecnológicas (como organismos genéticamente modificados, bioproductos y bioinsumos), la Ecointensificación (expresada en prácticas productivas sostenibles como la producción orgánica y la siembra directa), la Eficiencia de las Cadenas de Valor (con énfasis en la economía circular) y los Servicios Ecosistémicos (como el ecoturismo y los bonos de carbono).

Ahora bien, si ponemos en práctica todo el potencial bioeconómico que nuestro país puede expresar, no caben dudas que podremos afrontar los desafíos que conlleva lo acordado en la COP28, ya que la Argentina cuenta con una abundante dotación de recursos naturales, recursos humanos calificados y un fuerte sector agrobioindustrial. A continuación, explicitamos algunos ejemplos:

  • En materia de Bioenergía, existe un enorme potencial por desarrollar, no sólo en cuanto a los biocombustibles (particularmente biodiesel y bioetanol) de primera generación, sino también los de segunda, tercera y cuarta generación, junto con la generación de biogás. 

Por lo que, la producción de los vectores bioenergéticos mencionados y su incorporación en la matriz energética y de transporte convencional, podría no sólo reducir sensiblemente las emisiones de GEI, sino que disminuiría considerablemente la contaminación producto de los combustibles fósiles, beneficiando tanto la salud del ambiente como de las personas.

  • En cuanto a las Aplicaciones Biotecnológicas, el desarrollo científico tecnológico nos brinda una serie de herramientas que incrementan la sustentabilidad de los sistemas productivos.

Por ejemplo, en el caso de ciertos bioinsumos que al ser incorporados en la dieta de los rumiantes (las vacas que luego nos proveen de carne y leche) disminuyen sensiblemente las emisiones de metano producto de la digestión entérica que caracteriza a dicho grupo de animales. Asimismo, la utilización de biofertilizantes, en reemplazo y/o complemento de los fertilizantes nitrogenados, reduce significativamente las emisiones de óxido nitroso.

  • Por último, y en complemento, tanto los Servicios Ecosistémicos como las prácticas productivas en el marco de la Ecointensificación, no sólo disminuyen las emisiones de GEI en comparación con otros sectores productivos, sino que fundamentalmente permiten fijar carbono (C). 

Por ejemplo, los sistemas agrosilvopastoriles no sólo permiten ampliar la oferta de bienes y servicios agroforestopecuarios, sino fundamentalmente conllevan la posibilidad de (mediante la fijación de C) aplicar a bonos de carbono u otras herramientas que los productores puedan capitalizar, como es el caso del creciente y tan bien ponderado turismo rural sustentable.

En adición a lo mencionado, el presidente de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), Marcelo Torres, participó de la COP28 y destacó que "nuestros modelos productivos basados en siembra directa, diversificación y maximización de la fotosíntesis y una ganadería de pastizales ya nos posicionan como líderes en una producción de baja huella de C", destacando la importancia de la región en materia de producción agropecuaria sustentable.

En vista de las conclusiones de la COP28, y a fin de dar cumplimiento a las mismas, nuestro país tiene una oportunidad inmejorable de la mano de la Bioeconomía en sinergia con el ecosistema AgriFoodTech, ya que, a partir de la agrobioindustrialización de la ruralidad, podremos agregar valor en origen, desarrollando territorios de nuestro país que históricamente han quedado postergados.

En conclusión, la bioeconomía representa un modelo de desarrollo que encuadra perfectamente en las capacidades y potencialidades naturales, geográficas y científico-tecnológicas de nuestro país, convirtiéndose en el motor de la transformación hacia la sostenibilidad, para lo cual se requiere impulsar una estrategia colectiva que se nutra del trabajo y esfuerzo de todos los sectores y actores involucrados (tanto públicos como privados) a fin de lograr de forma genuina y federal la sustentabilidad productiva nacional, con impacto directo en la generación de empleo y en el desarrollo territorial y de las personas.


FUENTE El Economista

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